En 1923, el arqueólogo británico Howard Carter protagonizaba uno de los
acontecimientos más destacados del s. XX penetrando en la cámara mortuoria del
faraón Tutankamón, situada en el Valle de los Reyes, cerca de Luxor. Suponía un
verdadero hito en la historia de la arqueología moderna, pero también –como no
puede ser de otra manera tratándose de faraones y del Antiguo Egipto–, dejaba
abierta la impredecible y mágica puerta de las leyendas sobre maldiciones y
demás sortilegios malignos que han acompañado desde entonces la investigación
de las civilizaciones antiguas.
¿Qué hay de cierto en la leyenda sobre la maldición de Tutankamón? |
Se cuenta que, al acceder a la cámara, Carter descubrió una inscripción en
la que se le advertía de los males que, a partir de entonces, se le iban a
venir encima a él y a sus acompañantes. La inscripción ya no existe –fue
destruida por sus operarios durante las excavaciones–, pero los hechos que
vinieron a continuación pueden ser rastreados y constatados, y durante años
ocuparon un puesto destacado en la prensa de la época, que vivió fascinada los
acontecimientos.
El primero en sufrir el golpe de la maldición fue Lord Carnarvon,
millonario y mecenas de Carter. Fue el primero en entrar a la cámara junto al
arqueólogo. Días después de aquello, a causa de una infección provocada por una
picadura de mosquito y una herida que se provocaba posteriormente mientras se
afeitaba, moría entre grandes dolores y padecimientos en un hospital de El
Cairo, en el hotel en el que se alojaba.
A él le seguirían un hermano suyo que viajaría con posterioridad a Egipto
interesado por el hallazgo, un ayudante de Carter que había trabajado
estrechamente con el arquóelogo, y un radiólogo que trabajó en las
investigaciones en torno a la momia del faraón. No serían los únicos. Habría,
en los años posteriores, suicidios, accidentes extraños, y todo tipo de
fatalidades difícilmente explicables por la mera casualidad. Incluso un canario
que acompañaba al equipo durante las excavaciones moriría extrañamente, y de manera
fulminante, atacado por una cobra, según la mitología egipcia, animal encargado
de la protección de los faraones…
¿Se abrió realmente, junto al sarcófago del faraón, una maldición que condenaba a quienes se atrevían entonces a interrumpir el sueño eterno de éste? |
Hay, por supuesto, escépticos que se niegan a tomar en serio el asunto de
la maldición, y que exponen todo tipo de razonamientos para concluir que todo
esto no son más que casualidades, y que la mayoría de quienes participaron en
el hallazgo murieron cumplidos los setenta años.
Es posible que tengan razón, y la lógica así se lo concede. Que cada cual
saque sus propias conclusiones. Nosotros, por nuestra parte, nos quedamos con
una escena, una sola: la del aullido del perro de Lord Carnarvon la noche en que
moría éste, y que se producía segundos antes de que el propio animalito cayera
fulminado junto al cadáver de su dueño.
Así, al menos, cuenta la leyenda…
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