Se dice de John Dee que fue una de las figuras más
enigmáticas del Renacimiento. Hay que decir también que ha sido y es una de las
más populares en el género gótico, que se cultiva en literatura desde finales
del s. XVIII hasta nuestros días.
John Dee (1527-1608?) |
Dee ha inspirado a autores tan importantes como Gustav
Meyrink (el autor de El Golem), Peter Ackroyd, o, más recientemente, Alan
Moore.
Pero, ¿qué es lo que hace a este personaje tan atractivo
para los amantes de lo oculto y lo desconocido?
Para empezar, su amplio espectro de intereses. Si bien es
cierto que la suya era una época de fronteras no establecidas en materia de
saber (no había llegado la Ilustración con sus tijeras de podar), sí es cierto
que, en su caso, estos intereses, digamos, heterodoxos, iban más allá de lo
habitual.
Su fama de erudito iba pareja a la de mago.
Su biblioteca (que fue saqueada, se dice que por la plebe,
durante un misterioso y mal justificado viaje a Bohemia) acogía obras de todo
el saber de la época: matemáticas, astronomía, geografía, derecho, teología;
así como espiritismo, alquimia, astrología y otras ciencias igual de exóticas.
Hacia el final de su vida, descontento con el reconocimiento
que recibía y con sus propios progresos en el conocimiento del mundo (él, como
muchos otros, veía más allá, quién sabe qué), decidió volcarse sobre los
saberes ocultos.
Dicen que hablaba con los ángeles.
Y que su finalidad era conocer el lenguaje universal de la
creación, como una forma, quizá, de regreso a la Edad de Oro.
También se habla de algunos objetos de poder que manejó en
vida, entre los que se encuentran un espejo de obsidiana azteca, y un globo de cristal
con el que podría haber practicado alguna especie de adivinación (ambos pueden
contemplarse hoy en día en el British Museum de Londres, en Reino Unido), además del archiconocido y enigmático manuscrito Voynich, que se dice que le pudo haber pertenecido.
Un personaje, en definitiva, digno de su leyenda. Misterioso
y desafiante, y quizá por eso (como tantos otros que buscan incansablemente la
verdad) olvidado y sólo parcialmente reconocido por el oficialismo.
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